domingo, 22 de enero de 2012

Málaga comparte piso, el boom de la necesidad

LUCAS MARTÍN Se alquila habitación. El guión ha cambiado. Ya no son sólo universitarios, ni gente de paso, ni aprendices de español. Muchos dejaron de ser jóvenes antes de que se pusieran de moda las teleseries. Si pudieran, dicen, vivirían de otro modo, pero la crisis sigue sin permitirles elegir. El mercado de la vivienda se reinventa por la puerta de atrás; parejas que no pueden hacer frente a la hipoteca, profesionales afectados por la incertidumbre, padres a los que le reducen el salario. Como en las antiguas casas de vecinos. Agrupados para sobrevivir.
Málaga comparte piso, Málaga está de alquiler. En apenas unos meses, se han multiplicado los anuncios, la disponibilidad. El perfil ha virado radicalmente. Lo explican los especialistas; de los trabajadores temporalmente instalados en la ciudad se ha pasado a todo tipo de casos, incluidos los de las familias que se ven abocados a usufructuar el espacio para llegar a fin de mes.
Sólo en una de las páginas especializadas, Pisos.com, se detectan hasta más de un millar de anuncios en la provincia. Algunos describen la línea de la crisis, jóvenes que suscribieron con entusiasmo una hipoteca y que ahora abren la puerta de su casa a desconocidos, ahogados por los bancos, por las letras sin pagar. Todos como funambulistas, recorriendo una y otra vez la punta del alambre para no perder la casa, para no dejarse perder. «Hay personas que recurren al alquiler para mantener su piso, pero también divorciados o profesionales que quieren mantener la independencia y no tener que volver a la casa de los padres», indica María Elena Narváez, de la Asociación de Usuarios de Servicios Inmobiliarios.
La evolución de las fórmulas de arrendamiento señala las particularidades de la crisis. En un mercado lógico, con sentido común, se podría pensar que las dificultades para adquirir un piso redundaría en beneficio de la flota de pisos en alquiler. El problema es que en España, ambas modalidades convivieron durante mucho tiempo con una exigencia parecida de desembolso mensual. Los precios no han patinado con la misma intensidad que los salarios ni al ritmo con el que crecen los impuestos o los gastos complementarios de la propiedad. Alejandro cuenta que lleva más de tres meses para intentar encontrar un inquilino. «He bajado el precio, pero me dicen que no pueden, que les quite cosas, incluido internet», señala.
La renta de las habitaciones se mueve en Málaga entre los 150 y los 400 euros. En las páginas con reclamos de la provincia, se localizan ya a propietarios que alquilan sus viviendas de un modo acorde con la nueva fragmentación. El boom del piso compartido comporta también cambios sociológicos. Antonio Vega, de la inmobiliaria Abc, apunta al movimiento registrado en los apartamentos de cuatro o cinco habitaciones, que habían caído en desuso por la crisis de la familia tradicional. En el caso de su empresa, con oferta especialmente en el centro, no ha conllevado un retroceso de los pisos pequeños o los estudios, que, en otras zonas, sin embargo, empiezan a desocuparse. Vivir solo se ha convertido en un lujo.
Las inmobiliarias, admite Juan de Dios Luque, de Lusán, no se han visto, ni mucho menos, beneficiadas por el auge del alquiler por habitación. Se trata de acuerdos entre particulares, lo que hace que pierdan el servicio de intermediación. «Sin duda, nos ha fastidiado. Es algo que se suma a la falta de crédito y a la competencia de los bancos, que se han convertido en grandes empresas de vivienda», reseña.
Al otro lado del teléfono, responde Andrés Portas, un informático de 54 años, en busca de compañeros de piso. Asegura que no es la primera vez que se decanta por rentar una habitación y expone sus razones, que, incluyen, por supuesto, la crisis, pero también una relación perversa entre el salario medio y los precios de alquiler. «Es la única forma que te permite mantener un nivel de vida aceptable. Y hacer otras cosas, no sólo subsistir», apunta.
Aarón Alborés, empleado de las artes gráficas, se refiere asimismo a esa relación. Recuerda que en otros países, con economías, incluso, más depauperadas que la española, la proporción resulta más noble. «No es de recibo que se destine más de un 35 por ciento del salario para la vivienda», precisa. En su caso, ha cometido la osadía de vivir solo, harto de ver cómo los pisos que compartía se vaciaban y de las dificultades para encontrar nuevos inquilinos.
A Alejandro, que vino de Argentina, le ha tocado vivir las distintas fases y canalladas de la crisis. Hace unos años, con su pareja, decidió hipotecarse. Ahora ambos han perdido poder adquisitivo y alquilan una habitación. «Si pudiera me iría a mi país, pero tengo que pagar la casa. Ya que me he metido en el baile tengo que bailar». No le faltará con quien.
http://www.laopiniondemalaga.es/malaga/2012/01/22/malaga-comparte-piso-boom-necesidad/479018.html

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